¿Papá, quieres ser mi amigo?



       

“El padre que ama a su hijo lo corrige.” Prov. 3:12
Hemos oído la frase tan popular de: Quiero ser tu amigo.  Muchos padres caemos en este error, y aunque la intención es buena, no es suficiente ni correcta, pues en el afán de conseguir que los hijos depositen su confianza en nosotros recurrimos a este tipo de situaciones.  A lo que quiero llegar es que de ninguna forma debemos pretender que nuestros hijos nos vean como sus amigos, por que en el plan de Dios esto no está estipulado, y somos engañados con esta nueva tendencia que nos sugiere acercarnos a los hijos como amigos y no como sus padres.

Primero, establezcamos cual es la definición de padre. Padre: Es, en tema biológico, aquella persona de sexo masculino que tiene descendencia directa. En  hebreo se usa  con varios sentidos, como progenitor, cabeza de una casa o familia ancestral, antepasado, originador de una nación, fundador de una clase o profesión, protector, originador de algo y como expresión de respeto.

Ahora bien, la palabra amigo significa: Es la persona que gusta de una cosa o tiene interés por ella.

Ahora bien, un amigo no tiene ni posee autoridad delegada por Dios sobre la vida de nuestros hijos. Es decir  la autoridad delegada somos los padres quienes recibimos y representamos la autoridad de Dios.

Dos formas de autoridad

Si es bien cierto que toda autoridad pertenece a Dios, por lo que Dios tiene dos formas de ejercer su autoridad:
La autoridad directa:
Esto significa que Dios nos dice directamente a través de su palabra o a través del Espíritu Santo lo que Él desea que hagamos.

La autoridad delegada:
Significa que Dios elige a determinadas personas para que lo representen y ejerzan su autoridad.
Dios no sólo nos guía personalmente, sino que también nos dirige a través de su autoridad delegada, en este caso los padres.

“Hijos, obedeced a vuestros padres en todo. . . (Colosenses 3:20).”


En nuestra familia, Dios coloca  su autoridad en los padres. Por que los padres representan la autoridad de Dios en el hogar, lo correcto es que sean obedecidos. La Biblia dice:
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo (Efesios 6:1).
En ocasiones  los hijos quisieran cambiar la palabra de Dios para su conveniencia. El padre ha sido señalado por Dios como cabeza de la familia, pero no por ello debe ser un dictador. Pues también él es responsable ante Dios de educar a sus hijos en los caminos del Señor y criarlos con el amor de Dios.

“Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:4).”
Ahora bien, la confianza con nuestros hijos se genera desde que nacen, y nuestros hijos irán dándose cuenta si pueden contar con nosotros, si al necesitarnos  ellos, estamos presentes, si los hemos hecho sentir aceptados, si nos hemos interesado en ellos en sus sentimientos y pensamientos.
Si cuando nuestros hijos se equivocan les vamos poniendo limites, sin dejarlos de querer por sus errores, como padres debemos entender que el lazo con nuestros hijos no se romperá por que exista disciplina para ellos, pues un nexo de padres e hijos está compuesto de muchas maneras.


No debemos confundirnos como padres, y querer convertirnos en un par de nuestros hijos, es decir, nuestro deber es impulsarlos pero también corregirlos, y considerándonos sus amigos (pares o iguales) no conseguiremos buenos resultados, puesto que si nos convertimos en amigos de nuestros hijos, ellos quedaran sin un padre o  madre al cual acudir cuando necesite,  el papel de padre y amigo son completamente distintos, los hijos no son nuestros mejores amigos, ni son personas de quienes podamos decir que les contamos todas las cosas sobre nosotros, por ello no debemos pasar este límite, por que dañaríamos la conciencia de los hijos.

Imaginemos que comenzamos a hacer parte a nuestros hijos contándole todos nuestros problemas de toda índole, entonces perderemos los limites y los expondremos a cargarse y sentir que son responsables de nosotros que somos sus padres, y si cruzamos este límite difícilmente nuestros hijos confiaran en nosotros alguna cosa que les suceda, pues pensaran que ya tenemos suficiente con todos nuestros problemas.
Y puede ser que tu hijo se quede sin la posibilidad de buscar apoyo y recibirlo de tu parte. Esto es solo una de las situaciones que pueden darse si decides dejar de ser padre o madre para convertirte en amigo.

No necesitamos ser amigos de nuestros hijos para que confíen en nosotros, podemos mantener la relación de confianza, honesta, de afecto, donde el hijo nos hace parte de su vida, nos diga sus experiencias, buscando el apoyo y consejo de sus padres, solo con tomarnos el tiempo de conocerlos, interesarnos por ellos, por sus gustos, respetando su privacidad, todo eso sin dejar de guiarlo, cuidándolo sin caer en la sobreprotección excesiva y mostrándonos accesible a conversar.


En conclusión

Los padres somos una de las autoridades en la tierra colocadas por Dios para guiar a nuestros hijos, dejando de lado el papel de amigos, que no nos corresponde. Debemos crear una relación de confianza, de apertura y comunicación constante y abierta.

No quiere decir que no vamos a divertirnos, reír, disfrutar y pasar momentos de alegría juntos, de hecho eso también es importante para hacerlos sentir en confianza. Pero siempre sin sobrepasar la línea del respeto y autoridad que Dios ha establecido.

“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas (Romanos 13:1).”

Dios te bendiga.


 

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