Adiós, o ¿Hasta Luego?


Estimada es a los ojos de Jehová La muerte de sus santos Salmos 116:15

Hace algunos días, después de varios meses de altas y bajas en la salud de mi suegra, ella termino su obra en esta tierra y partió con el Señor JESUCRISTO.  Ella fue una mujer cristiana que confiaba y vivía plenamente en la palabra de Dios.

Muchas veces cuando nos vemos en estas circunstancias de perdida, nos dolemos en grande manera, y es algo natural, pues Dios nos creo con sentimientos, capaces de experimentar tristeza, llanto, angustia, etc.  ( Juan 11:35 Jesús lloró.)

Sin embargo como hijos de Dios, nuestro duelo se vive  de forma diferente al mundo, pues nosotros tenemos la esperanza en el Señor que volveremos a vernos con el ser amado que se ha ido, en la presencia de Dios, que nosotros lo alcanzaremos para un feliz y glorioso re encuentro celestial.  (Lucas 8:52 Y lloraban todos, y hacían duelo por ella. Y Él dijo: No lloréis; no está muerta, sino duerme.)

En el mundo se vive una pérdida de manera muy distinta a los que amamos a Dios, las personas que no tienen aun a Cristo en su corazón, ante una perdida se sienten doloridos, traicionados, confundidos, angustiados, algunas veces culpables, por eso lloran sin consuelo, gritan, porque no encuentran ninguna esperanza ya, en algunos sepelios hemos visto como los familiares se han arrojado sobre el cuerpo del fallecido llorando y gritando amargamente, algunos hasta se desmayan. Por que indudablemente se trata de un ¡adiós!

Cuando morimos ya no ha nada que hacer por nosotros, los que han muerto, ya no están más sobre la tierra y nada saben de lo que pasa después de su muerte, así lo dice la palabra de Dios. Ya no escuchan, ya no miran, ya no piensan, no tienen hambre, ni sufren. Son completamente ajenos al mundo y todo lo que en el suceda.  Lo único que se queda en esta tierra cuando morimos es el cuerpo físico, el cascaron, pero lo realmente importante se va y no volverá más, quien diga otra cosa es mentiroso. (Lucas 9:60 Y Jesús le dijo: Deja los muertos que entierren á sus muertos; y tú, ve, y anuncia el reino de Dios.)

Como hijos de Dios nos está permitido llorar cuando perdemos a un ser querido, pero no llorar sin esperanza, sino un llanto mesurado porque ya no veremos físicamente a esa persona, mas con la esperanza de verlo (si falleció en Cristo) de nuevo cuando lleguemos a Dios.

No podemos sentirnos desolados ni abandonados de la mano de Dios, Él nunca nos deja, al contrario como cristianos y para dar testimonio al mundo, debemos tener paz en nuestro corazón, alabar a Dios aun en medio de la tragedia y el dolor, y confiar que todo lo que pasa está sujeto a nuestro buen Señor Jesús, hasta ahora no he visto en algún velorio o entierro a un cristiano verdadero tirarse sobre el féretro gritando pidiendo explicaciones a Dios sobre el por qué de su perdida, al contrario, la paz que se refleja en el rostro de los hijos de Dios y su calidez y mesura para hablar y comportarse durante un sepelio, ha sido motivo de extrañeza a los inconversos, y no es que no sintamos dolor, lo que sucede es que nuestro DIOS es mucho mayor a ese dolor, y el conocimiento de que no nos encontramos ante un adiós definitivo, nos alienta y mantiene firmes en el Señor.   Cuando los cristianos morimos, y cuando los cristianos experimentamos una perdida, podemos decir que no decimos adiós, sino, ¡Hasta luego!

Por eso no te olvides de dar un testimonio agradable a Dios, y a los que te rodean, y cuando tengamos que experimentar este tipo de situaciones sepamos como Dios quiere que las vivamos. No te preocupes por el que ya no está, preocúpate por tu salvación y de andar por el buen camino de Dios, porque aun estas aquí. (Eclesiastés 9:5 Porque los que viven saben que han de morir, Pero los muertos no saben nada, Ni tienen ya ninguna recompensa…)
Dios te bendiga


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