Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
2
Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de
vanidades, todo es vanidad.
3
¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que
se afana debajo del sol?
4
Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre
permanece.
5
Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al
lugar de donde se levanta.
6
El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de
continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.
7
Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar
de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
8
Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede
expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.
9
¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que
ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
10
¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya
fue en los siglos que nos han precedido.
11
No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que
sucederá habrá memoria en los que serán después.
12
Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén.
13
Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre
todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los
hombres, para que se ocupen en él.
14
Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he
aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.
15
Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede
contarse.
16
Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he
engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en
Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.
17
Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a
entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu.
18
Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien
añade ciencia, añade dolor.
Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría,
y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad.
2
A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve
esto?
3
Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que
anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese
el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los
días de su vida.
4
Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté
para mí viñas;
5
me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de
todo fruto.
6
Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque
donde crecían los árboles.
7
Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa;
también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes
de mí en Jerusalén.
8
Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de
reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los
hombres, y de toda clase de instrumentos de música.
9
Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron
antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría.
10
No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté
mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi
parte de toda mi faena.
11
Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos,
y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de
espíritu, y sin provecho debajo del sol.
12
Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los
desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey?
Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
13
Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la
luz a las tinieblas.
14
El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en
tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro.
15
Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me
sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más
sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad.
16
Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para
siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio
como el necio.
17
Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace
debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.
18
Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo
del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.
19
Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se
enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi
sabiduría? Esto también es vanidad.
20
Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de
todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría.
21
¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con
rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También es
esto vanidad y mal grande.
22
Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la
fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?
23
Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos
molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.
24
No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que
su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios.
25
Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?
26
Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría,
ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que
agrada a Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del
cielo tiene su hora.
2
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y
tiempo de arrancar lo plantado;
3
tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y
tiempo de edificar;
4
tiempo de llorar, y tiempo de reir; tiempo de endechar, y
tiempo de bailar;
5
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras;
tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
6
tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y
tiempo de desechar;
7
tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y
tiempo de hablar;
8
tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y
tiempo de paz.
9
¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se
afana?
10
Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los
hombres para que se ocupen en él.
11
Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en
el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde
el principio hasta el fin.
12
Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que
alegrarse, y hacer bien en su vida;
13
y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y
goce el bien de toda su labor.
14
He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre
aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de
él teman los hombres.
15
Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios
restaura lo que pasó.
16
Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí impiedad;
y en lugar de la justicia, allí iniquidad.
17
Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará
Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace.
18
Dije en mi corazón: Es así, por causa de los hijos de los
hombres, para que Dios los pruebe, y para que vean que ellos mismos son semejantes a las
bestias.
19
Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que
sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y
una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es
vanidad.
20
Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo
volverá al mismo polvo.
21
¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres
sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?
22
Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre
que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que
vea lo que ha de ser después de él?
Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del
sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza
estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.
2
Y alabé yo a los finados, los que ya murieron, más que a
los vivientes, los que viven todavía.
3
Y tuve por más feliz que unos y otros al que no ha sido
aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen.
4
He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de
obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y
aflicción de espíritu.
5
El necio cruza sus manos y come su misma carne.
6
Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños
llenos con trabajo y aflicción de espíritu.
7
Yo me volví otra vez, y vi vanidad debajo del sol.
8
Está un hombre solo y sin sucesor, que no tiene hijo ni
hermano; pero nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se
pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto es vanidad,
y duro trabajo.
9
Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su
trabajo.
10
Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero
¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.
11
También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente;
mas ¿cómo se calentará uno solo?
12
Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y
cordón de tres dobleces no se rompe pronto.
13
Mejor es el muchacho pobre y sabio, que el rey viejo y necio
que no admite consejos;
14
porque de la cárcel salió para reinar, aunque en su reino
nació pobre.
15
Vi a todos los que viven debajo del sol caminando con el
muchacho sucesor, que estará en lugar de aquél.
16
No tenía fin la muchedumbre del pueblo que le seguía; sin
embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos de él. Y esto es también
vanidad y aflicción de espíritu.
Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate
más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen
mal.
2
No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a
proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra;
por tanto, sean pocas tus palabras.
3
Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la
multitud de las palabras la voz del necio.
4
Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque
él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes.
5
Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.
6
No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante del
ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que
destruya la obra de tus manos?
7
Donde abundan los sueños, también abundan las vanidades y
las muchas palabras; mas tú, teme a Dios.
8
Si opresión de pobres y perversión de derecho y de
justicia vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el alto vigila
otro más alto, y uno más alto está sobre ellos.
9
Además, el provecho de la tierra es para todos; el rey
mismo está sujeto a los campos.
10
El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama
el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.
11
Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los
consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos?
12
Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco;
pero al rico no le deja dormir la abundancia.
13
Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las
riquezas guardadas por sus dueños para su mal;
14
las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos
que engendraron, nada les queda en la mano.
15
Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve,
yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano.
16
Este también es un gran mal, que como vino, así haya de
volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano?
17
Además de esto, todos los días de su vida comerá en
tinieblas, con mucho afán y dolor y miseria.
18
He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es
comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol,
todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte.
19
Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y
le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo,
esto es don de Dios.
20
Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues
Dios le llenará de alegría el corazón.
Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre
los hombres:
2
El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y
nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de
ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso.
3
Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos
años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y
también careció de sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que él.
4
Porque éste en vano viene, y a las tinieblas va, y con
tinieblas su nombre es cubierto.
5
Además, no ha visto el sol, ni lo ha conocido; más reposo
tiene éste que aquél.
6
Porque si aquél viviere mil años dos veces, sin gustar del
bien, ¿no van todos al mismo lugar?
7
Todo el trabajo del hombre es para su boca, y con todo eso
su deseo no se sacia.
8
Porque ¿qué más tiene el sabio que el necio? ¿Qué más
tiene el pobre que supo caminar entre los vivos?
9
Más vale vista de ojos que deseo que pasa. Y también esto
es vanidad y aflicción de espíritu.
10
Respecto de lo que es, ya ha mucho que tiene nombre, y se
sabe que es hombre y que no puede contender con Aquel que es más poderoso que él.
11
Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad.
¿Qué más tiene el hombre?
12
Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida,
todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién
enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?
Mejor es la buena fama que el buen ungüento; y mejor el
día de la muerte que el día del nacimiento.
2
Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete;
porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón.
3
Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del
rostro se enmendará el corazón.
4
El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el
corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría.
5
Mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de
los necios.
6
Porque la risa del necio es como el estrépito de los
espinos debajo de la olla. Y también esto es vanidad.
7
Ciertamente la opresión hace entontecer al sabio, y las
dádivas corrompen el corazón.
8
Mejor es el fin del negocio que su principio; mejor es el
sufrido de espíritu que el altivo de espíritu.
9
No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo
reposa en el seno de los necios.
10
Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados
fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría.
11
Buena es la ciencia con herencia, y provechosa para los que
ven el sol.
12
Porque escudo es la ciencia, y escudo es el dinero; mas la
sabiduría excede, en que da vida a sus poseedores.
13
Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo
que él torció?
14
En el día del bien goza del bien; y en el día de la
adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada
halle después de él.
15
Todo esto he visto en los días de mi vanidad. Justo hay que
perece por su justicia, y hay impío que por su maldad alarga sus días.
16
No seas demasiado justo, ni seas sabio con exceso; ¿por
qué habrás de destruirte?
17
No hagas mucho mal, ni seas insensato; ¿por qué habrás de
morir antes de tu tiempo?
18
Bueno es que tomes esto, y también de aquello no apartes tu
mano; porque aquel que a Dios teme, saldrá bien en todo.
19
La sabiduría fortalece al sabio más que diez poderosos que
haya en una ciudad.
20
Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el
bien y nunca peque.
21
Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se
hablan, para que no oigas a tu siervo cuando dice mal de ti;
22
porque tu corazón sabe que tú también dijiste mal de
otros muchas veces.
23
Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo: Seré
sabio; pero la sabiduría se alejó de mí.
24
Lejos está lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo
hallará?
25
Me volví y fijé mi corazón para saber y examinar e
inquirir la sabiduría y la razón, y para conocer la maldad de la insensatez y el
desvarío del error.
26
Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo
corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella;
mas el pecador quedará en ella preso.
27
He aquí que esto he hallado, dice el Predicador, pesando
las cosas una por una para hallar la razón;
28
lo que aún busca mi alma, y no lo encuentra: un hombre
entre mil he hallado, pero mujer entre todas éstas nunca hallé.
29
He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre
recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.
¿Quién como el sabio? ¿y quién como el que sabe la
declaración de las cosas? La sabiduría del hombre ilumina su rostro, y la tosquedad de
su semblante se mudará.
2
Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey y la palabra
del juramento de Dios.
3
No te apresures a irte de su presencia, ni en cosa mala
persistas; porque él hará todo lo que quiere.
4
Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le
dirá: ¿Qué haces?
5
El que guarda el mandamiento no experimentará mal; y el
corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio.
6
Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio;
porque el mal del hombre es grande sobre él;
7
pues no sabe lo que ha de ser; y el cuándo haya de ser,
¿quién se lo enseñará?
8
No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para
retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal
guerra, ni la impiedad librará al que la posee.
9
Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo que
debajo del sol se hace; hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre para mal
suyo.
10
Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honra; mas
los que frecuentaban el lugar santo fueron luego puestos en olvido en la ciudad donde
habían actuado con rectitud. Esto también es vanidad.
11
Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra,
el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal.
12
Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue sus
días, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen
ante su presencia;
13
y que no le irá bien al impío, ni le serán prolongados
los días, que son como sombra; por cuanto no teme delante de la presencia de Dios.
14
Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a
quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si
hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad.
15
Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene el hombre
bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo
los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
16
Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría, y a ver
la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en
sus ojos);
17
y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede
alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola,
no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.
Ciertamente he dado mi corazón a todas estas cosas, para
declarar todo esto: que los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios;
que sea amor o que sea odio, no lo saben los hombres; todo está delante de ellos.
2
Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso
ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al
que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el
juramento.
3
Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que
un mismo suceso acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres
está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida; y después de esto se
van a los muertos.
4
Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los
vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto.
5
Porque los que viven saben que han de morir; pero los
muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido.
6
También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y
nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.
7
Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre
corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios.
8
En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte
ungüento sobre tu cabeza.
9
Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la
vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque
esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.
10
Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según
tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni
sabiduría.
11
Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la
carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las
riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos.
12
Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces
que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados
los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.
13
También vi esta sabiduría debajo del sol, la cual me
parece grande:
14
una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra
ella un gran rey, y la asedia y levanta contra ella grandes baluartes;
15
y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a
la ciudad con su sabiduría; y nadie se acordaba de aquel hombre pobre.
16
Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza,
aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras.
17
Las palabras del sabio escuchadas en quietud, son mejores
que el clamor del señor entre los necios.
18
Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un
pecador destruye mucho bien.
Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del
perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable.
2
El corazón del sabio está a su mano derecha, mas el
corazón del necio a su mano izquierda.
3
Y aun mientras va el necio por el camino, le falta cordura,
y va diciendo a todos que es necio.
4
Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no
dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas.
5
Hay un mal que he visto debajo del sol, a manera de error
emanado del príncipe:
6
la necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos
están sentados en lugar bajo.
7
Vi siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos
sobre la tierra.
8
El que hiciere hoyo caerá en él; y al que aportillare
vallado, le morderá la serpiente.
9
Quien corta piedras, se hiere con ellas; el que parte leña,
en ello peligra.
10
Si se embotare el hierro, y su filo no fuere amolado, hay
que añadir entonces más fuerza; pero la sabiduría es provechosa para dirigir.
11
Si muerde la serpiente antes de ser encantada, de nada sirve
el encantador.
12
Las palabras de la boca del sabio son llenas de gracia, mas
los labios del necio causan su propia ruina.
13
El principio de las palabras de su boca es necedad; y el fin
de su charla, nocivo desvarío.
14
El necio multiplica palabras, aunque no sabe nadie lo que ha
de ser; ¿y quién le hará saber lo que después de él será?
15
El trabajo de los necios los fatiga; porque no saben por
dónde ir a la ciudad.
16
¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus
príncipes banquetean de mañana!
17
¡Bienaventurada tú, tierra, cuando tu rey es hijo de
nobles, y tus príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para beber!
18
Por la pereza se cae la techumbre, y por la flojedad de las
manos se llueve la casa.
19
Por el placer se hace el banquete, y el vino alegra a los
vivos; y el dinero sirve para todo.
20
Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey, ni en lo secreto
de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que
tienen alas harán saber la palabra.
Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días
lo hallarás.
2
Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que
vendrá sobre la tierra.
3
Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la
derramarán; y si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere,
allí quedará.
4
El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las
nubes, no segará.
5
Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo
crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual
hace todas las cosas.
6
Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes
reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo
otro es igualmente bueno.
7
Suave ciertamente es la luz, y agradable a los ojos ver el
sol;
8
pero aunque un hombre viva muchos años, y en todos ellos
tenga gozo, acuérdese sin embargo que los días de las tinieblas serán muchos. Todo
cuanto viene es vanidad.
9
Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón
en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus
ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios.
10
Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne
el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.
Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes
que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos
contentamiento;
2
antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las
estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia;
3
cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán
los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se oscurecerán los
que miran por las ventanas;
4
y las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido
de la muela; cuando se levantará a la voz del ave, y todas las hijas del canto serán
abatidas;
5
cuando también temerán de lo que es alto, y habrá
terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se
perderá el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán
alrededor por las calles;
6
antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el
cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el
pozo;
7
y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu
vuelva a Dios que lo dio.
8
Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad.
9
Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó
sabiduría al pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios.
10
Procuró el Predicador hallar palabras agradables, y
escribir rectamente palabras de verdad.
11
Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos
hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.
12
Ahora, hijo mío, a más de esto, sé amonestado. No hay fin
de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne.
13
El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y
guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.
14
Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda
cosa encubierta, sea buena o sea mala.