Evangelio segun san Marcos narra el ministerio del Señor Jesús, muestra su ministerio como siervo. San Marcos nos muestra a Jesús humilde y dispuesto a ayudarnos siempre.
El principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
2
Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío
mi mensajero delante de tí, el cual preparará tu camino delante de ti.
3
Voz del que proclama en el desierto: Preparad el camino del
Señor; Enderezad sus sendas.
4
Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de
arrepentimiento para perdón de pecados.
5
Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de
Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
6
Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto
de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre.
7
Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más
poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado.
8
Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os
bautizará con Espíritu Santo.
9
Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de
Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10
Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y
al Espíritu como paloma que descendía sobre él.
11
Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo
amado; en ti tengo complacencia.
12
Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. .
13
Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado
por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.
14
Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea
predicando el evangelio del reino de Dios,
15
diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha
acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.
16
Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su
hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.
17
Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis
pescadores de hombres.
18
Y dejando luego sus redes, le siguieron.
19
Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de
Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. .
20
Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca
con los jornaleros, le siguieron.
21
Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en
la sinagoga, enseñaba.
22
Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como
quien tiene autoridad, y no como los escribas. :
23
Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu
inmundo, que dio voces,
24
diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno?
¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.
25
Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de
él!
26
Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y
clamando a gran voz, salió de él.
27
Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre
sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun
a los espíritus inmundos, y le obedecen?
28
Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia
alrededor de Galilea.
29
Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y
Andrés, con Jacobo y Juan.
30
Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en
seguida le hablaron de ella.
31
Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la
levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.
32
Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le
trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados;
33
y toda la ciudad se agolpó a la puerta.
34
Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas
enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le
conocían.
35
Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió
y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.
36
Y le buscó Simón, y los que con él estaban;
37
y hallándole, le dijeron: Todos te buscan.
38
El les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique
también allí; porque para esto he venido..
39
Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y
echaba fuera los demonios.
40
Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le
dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
41
Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y
le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
42
Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de
aquél, y quedó limpio.
43
Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego,
44
y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate
al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a
ellos.
45
Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el
hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se
quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.
Cuendo entró Jesús otra vez en Capernaum después de
algunos días; y se oyó que estaba en casa.
2
E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no
cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.
3
Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que
era cargado por cuatro. l.
4
Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud,
descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que
yacía el paralítico.
5
Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus
pecados te son perdonados.
6
Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales
cavilaban en sus corazones:
7
¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede
perdonar pecados, sino sólo Dios?
8
Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de
esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros
corazones?
9
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te
son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?.
10
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad
en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): .
11
A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
12
Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho,
salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios,
diciendo: Nunca hemos visto tal cosa. .
13
Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a
él, y les enseñaba.
14
Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de
los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió.
15
Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él,
muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus
discípulos; porque había muchos que le habían seguido.
16
Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los
publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y
bebe con los publicanos y pecadores?
17
Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad
de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
18
Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y
vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y
tus discípulos no ayunan?
19
Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas
ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no
pueden ayunar.
20
Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y
entonces en aquellos días ayunarán.
21
Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra
manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura.
22
Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el
vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino
nuevo en odres nuevos se ha de echar.
23
Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de
reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas.
24
Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en
el día de reposo lo que no es lícito?.
25
Pero él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo David
cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban;
26
cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo
sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a
los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?
27
También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del
hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.
28
Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de
reposo.
Entró otra vez Jesús en la sinagoga; y estaba allí un
hombre que tenía la mano paralizada.
2
Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría,
a fin de poder acusarle.
3
Entonces dijo al hombre que tenía la mano paralizada:
Levántate y ponte en medio.
4
Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien,
o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.
5
Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por
la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la
mano le fue restaurada sana.
6
Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos
contra él para destruirle.
7
Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y le
siguió gran multitud de Galilea. Y de Judea,
8
de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de
los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes multitudes
vinieron a él.
9
Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre lista la
barca, a causa del gentío, para que no le oprimiesen.
10
Porque había sanado a muchos; de manera que por tocarle,
cuantos tenían plagas caían sobre él.
11
Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de
él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
12
Mas él les reprendía mucho para que no le descubriesen.
13
Después subió al monte, y llamó a sí a los que él
quiso; y vinieron a él.
14
Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para
enviarlos a predicar,
15 y que tuviesen autoridad
para sanar enfermedades y para echar fuera demonios:
16
a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro;
17 a Jacobo hijo de
Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del
trueno;
18
a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de
Alfeo, Tadeo, Simón el cananista,
19
y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa.
20
Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun
podían comer pan.
21
Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque
decían: Está fuera de sí.
22
Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían
que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
23
Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo
puede Satanás echar fuera a Satanás?
24
Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no
puede permanecer.
25
Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no
puede permanecer.
26
Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se divide, no
puede permanecer, sino que ha llegado su fin.
27
Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y
saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su casa.
28
De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a
los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean;
29
pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no
tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno.
30
Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo.
31
Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose
afuera, enviaron a llamarle.
32
Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu
madre y tus hermanos están afuera, y te buscan.
33
El les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis
hermanos?
34
Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo:
He aquí mi madre y mis hermanos.
35 Porque todo aquel que
hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se
reunió alrededor de él una multitud muy grande, de manera que él entró en una barca y
se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar.
2
Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en
su doctrina:
3
Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar;
4
y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al
camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron.
5
Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha
tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra.
6
Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se
secó.
7
Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la
ahogaron, y no dio fruto.
8
Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues
brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
9
Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.
10
Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los
doce le preguntaron sobre la parábola.
11
Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del
reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas;
12
para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no
entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados.
13
Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues,
entenderéis todas las parábolas?
14
El sembrador es el que siembra la palabra.
15
Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra
la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que
se sembró en sus corazones.
16
Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales:
los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo;
17
pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta
duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra,
luego tropiezan.
18
Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que
oyen la palabra,
19
pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas,
y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
20
Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los
que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
21
También les dijo: ¿Acaso se trae la luz para ponerla
debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?
22
Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni
escondido, que no haya de salir a luz.
23
Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
24
Les dijo también: Mirad lo que oís; porque con la medida
con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís.
25
Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo
que tiene se le quitará.
26
Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un
hombre echa semilla en la tierra;
27
y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla
brota y crece sin que él sepa cómo.
28
Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego
espiga, después grano lleno en la espiga;
29
y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz,
porque la siega ha llegado.
30
Decía también: ¿A qué haremos semejante el reino de
Dios, o con qué parábola lo compararemos?
31
Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en
tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra;
32
pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de
todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden
morar bajo su sombra.
33
Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra,
conforme a lo que podían oír.
34
Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en
particular les declaraba todo.
35
Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al
otro lado.
36
Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la
barca; y había también con él otras barcas.
37
Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las
olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.
38
Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le
despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
39
Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla,
enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.
40
Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no
tenéis fe?
41
Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al
otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?
Fueron a la otra orilla del mar, a la región de los
gadarenos.
2
Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su
encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
3
que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía
atarle, ni aun con cadenas.
4
Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas,
mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie
le podía dominar.
5
Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los
montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras.
6
Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se
arrodilló ante él.
7
Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús,
Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
8
Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.
9
Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo:
Legión me llamo; porque somos muchos.
10
Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella
región.
11
Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos
paciendo.
12
Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los
cerdos para que entremos en ellos.
13
Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos
espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se
precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron.
14
Y los que apacentaban los cerdos huyeron, y dieron aviso en
la ciudad y en los campos. Y salieron a ver qué era aquello que había sucedido.
15
Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del
demonio, y que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron
miedo.
16
Y les contaron los que lo habían visto, cómo le había
acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos.
17
Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos.
18
Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado
le rogaba que le dejase estar con él.
19
Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu
casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha
tenido misericordia de ti.
20
Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes
cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.
21
Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se
reunió alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar.
22
Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo;
y luego que le vio, se postró a sus pies,
23
y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y
pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.
24
Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le
apretaban. .
25
Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo
de sangre,
26
y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo
que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor,
27
cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la
multitud, y tocó su manto.
28
Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré
salva.
29
Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en
el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
30
Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había
salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
31
Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta,
y dices: ¿Quién me ha tocado?
32
Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto.
33
Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en
ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.
34
Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; vé en paz, y
queda sana de tu azote.
35
Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de
la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? .
36
Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al
principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.
37
Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y
Juan hermano de Jacobo.
38
Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el
alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho.
39
Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La
niña no está muerta, sino duerme.
40
Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó
al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la
niña.
41
Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que
traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.
42
Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce
años. Y se espantaron grandemente.
43
Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que
se le diese de comer.
Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus
discípulos.
2
Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la
sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas
cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son
hechos?
3
¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de
Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus
hermanas? Y se escandalizaban de él.
4
Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su
propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
5
Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a
unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
6
Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría
las aldeas de alrededor, enseñando.
7
Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en
dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.
8
Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino
solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto,
9
sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
10
Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en
ella hasta que salgáis de aquel lugar.
11
Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de
allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De
cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de
Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
12
Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
13
Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a
muchos enfermos, y los sanaban.
14
Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se
había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso
actúan en él estos poderes.
15
Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o
alguno de los profetas.
16
Al oír esto Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo
decapité, que ha resucitado de los muertos.
17
Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y
le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano;
pues la había tomado por mujer.
18
Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la
mujer de tu hermano.
19
Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía;
20
porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo
y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de
buena gana.
21
Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta
de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de
Galilea,
22
entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y
a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras,
y yo te lo daré.
23
Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de
mi reino.
24
Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le
dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
25
Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo:
Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
26
Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento,
y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
27
Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó
que fuese traída la cabeza de Juan.
28
El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza
en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.
29
Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su
cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
30
Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le
contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.
31
El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y
descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían
tiempo para comer.
32
Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.
33
Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos
fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él.
34
Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión
de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas
cosas.
35
Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se
acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada.
36
Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de
alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer.
37
Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos
le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
38
El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al
saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.
39
Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre
la hierba verde.
40
Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de
cincuenta en cincuenta.
41
Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando
los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los
pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos.
42
Y comieron todos, y se saciaron.
43
Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que
sobró de los peces.
44
Y los que comieron eran cinco mil hombres.
45
En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir
delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
46
Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;
47
y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él
solo en tierra.
48
Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era
contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y
quería adelantárseles.
49
Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un
fantasma, y gritaron;
50
porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida
habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
51
Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos
se asombraron en gran manera, y se maravillaban.
52
Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto
estaban endurecidos sus corazones.
53
Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y
arribaron a la orilla.
54
Y saliendo ellos de la barca, en seguida la gente le
conoció.
55
Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a
traer de todas partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba.
56
Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos,
ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar
siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los
escribas, que habían venido de Jerusalén;.
2
los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús
comer pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban.
3
Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la
tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.
4
Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras
muchas cosas hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y
de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos.
5
Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por
qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan
con manos inmundas?
6
Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de
vosotros Isaías, como está escrito:Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está
lejos de mí.
7
Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas
mandamientos de hombres.
8
Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la
tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y
hacéis otras muchas cosas semejantes.
9
Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios
para guardar vuestra tradición.
10
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El
que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
11
Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a
la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera
ayudarte,
12
y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre,
13
invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que
habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.
14
Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos,
y entended:
15
Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda
contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.
16
Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
17
Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le
preguntaron sus discípulos sobre la parábola.
18
El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin
entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede
contaminar,
19
porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a
la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos.
20
Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al
hombre.
21
Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los
malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
22
los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la
lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez.
23
Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al
hombre.
24
Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de
Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse.
25
Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo,
luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies.
26
La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba
que echase fuera de su hija al demonio.
27
Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos,
porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
28
Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los
perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
29
Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido
de tu hija.
30
Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había
salido, y a la hija acostada en la cama.
31
Volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al
mar de Galilea, pasando por la región de Decápolis.
32
Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le
pusiera la mano encima.
33
Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las
orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;
34
y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es
decir: Sé abierto.
35
Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la
ligadura de su lengua, y hablaba bien.
36
Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les
mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
37
Y en gran manera se maravillaban, diciendo: bien lo ha hecho
todo; hace a los sordos oír, y a los mudos hablar.
En aquellos días, como había una gran multitud, y no
tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:
2
Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que
están conmigo, y no tienen qué comer;
3
y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el
camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.
4
Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien
saciar de pan a éstos aquí en el desierto?
5
El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron:
Siete.
6
Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y
tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para
que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.
7
Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y
mandó que también los pusiesen delante.
8
Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que
habían sobrado, siete canastas.
9
Eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió.
10
Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la
región de Dalmanuta.
11
Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con
él, pidiéndole señal del cielo, para tentarle.
12
Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal
esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.
13
Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue a la
otra ribera.
14
Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan
consigo en la barca.
15
Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura
de los fariseos, y de la levadura de Herodes.
16
Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan.
17
Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque
no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro
corazón?
18
¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no
recordáis?
19
Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas
cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce.
20
Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas
canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete.
21
Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?
22
Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron
que le tocase.
23
Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la
aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo.
24
El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los
veo que andan.
25
Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo
que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.
26
Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni
lo digas a nadie en la aldea.
27
Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea
de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los
hombres que soy yo?
28
Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y
otros, alguno de los profetas.
29
Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy?
Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.
30
Pero él les mandó que no dijesen esto de él a ninguno.
31
Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del
Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y
por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.
32
Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y
comenzó a reconvenirle.
33
Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos,
reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la
mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
34
Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
35
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y
todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.
36
Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el
mundo, y perdiere su alma?
37
¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
38
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en
esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él,
cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los
que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido
con poder.
2
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a
Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.
3
Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos,
como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.
4
Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.
5
Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para
nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y
otra para Elías.
6
Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados.
7
Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube
una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
8
Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo,
sino a Jesús solo.
9
Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie
dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los
muertos.
10
Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería
aquello de resucitar de los muertos.
11
Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas
que es necesario que Elías venga primero?
12
Respondiendo él, les dijo: Elías a la verdad vendrá
primero, y restaurará todas las cosas; ¿y cómo está escrito del Hijo del Hombre, que
padezca mucho y sea tenido en nada?
13
Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que
quisieron, como está escrito de él.
14
Cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio una gran
multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos.
15
Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y
corriendo a él, le saludaron.
16
El les preguntó: ¿Qué disputáis con ellos?
17
Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti
mi hijo, que tiene un espíritu mudo,
18
el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa
espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen
fuera, y no pudieron.
19
Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación incrédula!
¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo.
20
Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús,
sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando
espumarajos.
21
Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le
sucede esto? Y él dijo: Desde niño.
22
Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para
matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos.
23
Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es
posible.
24
E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo;
ayuda mi incredulidad.
25
Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió
al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no
entres más en él.
26
Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con
violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.
27
Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se
levantó.
28
Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron
aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?
29
Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con
oración y ayuno.
30
Habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no
quería que nadie lo supiese.
31
Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo
del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto,
resucitará al tercer día.
32
Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de
preguntarle.
33
Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les
preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?
34
Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado
entre sí, quién había de ser el mayor.
35
Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si
alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.
36
Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y
tomándole en sus brazos, les dijo:
37
El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a
mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.
38
Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que
en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no
nos seguía.
39
Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay
que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí.
40
Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
41
Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre,
porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
42
Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que
creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le
arrojase en el mar.
43
Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es
entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser
apagado,
44
donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se
apaga.
45
Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es
entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no
puede ser apagado,
46
donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se
apaga.
47
Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es
entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno,
48
donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se
apaga.
49
Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio
será salado con sal.
50
Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué
la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.
Y Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al
otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como
solía.
2
Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle,
si era lícito al marido repudiar a su mujer.
3
El, respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
4
Ellos dijeron: Moisés permitió dar carta de divorcio, y
repudiarla.
5
Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro
corazón os escribió este mandamiento;
6
pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo
Dios.
7
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer,
8
y los dos serán una sola carne; así que no son ya más
dos, sino uno..
9
Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
10
En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo,
11
y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con
otra, comete adulterio contra ella;
12
y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete
adulterio.
13
Y le presentaban niños para que los tocase; y los
discípulos reprendían a los que los presentaban.
14
Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los
niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
15
De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios
como un niño, no entrará en él.
16
Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos,
los bendecía.
17
Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e
hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar
la vida eterna?
18
Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay
bueno, sino sólo uno, Dios.
19
Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes.
No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.
20
El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he
guardado desde mi juventud.
21
Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te
falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo;
y ven, sígueme, tomando tu cruz.
22
Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque
tenía muchas posesiones.
23
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus
discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24
Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús,
respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de
Dios, a los que confían en las riquezas!
25
Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que
entrar un rico en el reino de Dios.
26
Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién,
pues, podrá ser salvo?.
27
Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es
imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.
28
Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo
hemos dejado todo, y te hemos seguido.
29
Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay
ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos,
o tierras, por causa de mí y del evangelio,
30
que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas,
hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la
vida eterna.
31
Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros,
primeros.
32
Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba
delante, y ellos se asombraron, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los
doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:
33
He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será
entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le
entregarán a los gentiles;
34
y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le
matarán; mas al tercer día resucitará.
35
Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron,
diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
36
El les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
37
Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos
el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
38
Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís.
¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy
bautizado?
39
Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del
vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis
bautizados;
40
pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío
darlo, sino a aquellos para quienes está preparado.
41
Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra
Jacobo y contra Juan.
42
Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son
tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen
sobre ellas potestad.
43
Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera
hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,
44
y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de
todos.
45
Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino
para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
46
Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus
discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al
camino mendigando.
47
Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a
decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48
Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba
mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49
Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron
al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.
50
El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.
51
Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y
el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.
52
Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida
recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.
Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a
Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos,
2
y les dijo: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y
luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha
montado; desatadlo y traedlo.
3
Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el
Señor lo necesita, y que luego lo devolverá.
4
Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en
el recodo del camino, y lo desataron.
5
Y unos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis
desatando el pollino?
6
Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los
dejaron.
7
Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus
mantos, y se sentó sobre él.
8
También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros
cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino.
9
Y los que iban delante y los que venían detrás daban
voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
10
¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene!
¡Hosanna en las alturas!
11
Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo
mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.
12
Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
13
Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si
tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no
era tiempo de higos.
14
Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie
fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.
15
Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el
templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las
mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
16
y no consentía que nadie atravesase el templo llevando
utensilio alguno.
17
Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será
llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de
ladrones.
18
Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y
buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado
de su doctrina.
19
Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.
20
Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había
secado desde las raíces.
21
Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la
higuera que maldijiste se ha secado.
22
Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.
23
Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este
monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será
hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
24
Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed
que lo recibiréis, y os vendrá.
25
Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra
alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros
vuestras ofensas.
26
Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que
está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.
27
Volvieron entonces a Jerusalén; y andando él por el
templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos,
28
y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y
quién te dio autoridad para hacer estas cosas?
29
Jesús, respondiendo, les dijo: Os haré yo también una
pregunta; respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas.
30
El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?
Respondedme.
31
Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos,
del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
32
¿Y si decimos, de los hombres...? Pero temían al pueblo,
pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta.
33
Así que, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos.
Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas
cosas.
Entonces comenzó Jesús a decirles por parábolas: Un
hombre plantó una viña, la cercó de vallado, cavó un lagar, edificó una torre, y la
arrendó a unos labradores, y se fue lejos.
2
Y a su tiempo envió un siervo a los labradores, para que
recibiese de éstos del fruto de la viña.
3
Mas ellos, tomándole, le golpearon, y le enviaron con las
manos vacías.
4
Volvió a enviarles otro siervo; pero apedreándole, le
hirieron en la cabeza, y también le enviaron afrentado.
5
Volvió a enviar otro, y a éste mataron; y a otros muchos,
golpeando a unos y matando a otros.
6
Por último, teniendo aún un hijo suyo, amado, lo envió
también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
7
Mas aquellos labradores dijeron entre sí: Este es el
heredero; venid, matémosle, y la heredad será nuestra.
8
Y tomándole, le mataron, y le echaron fuera de la viña.
9
¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, y
destruirá a los labradores, y dará su viña a otros.
10
¿Ni aun esta escritura habéis leído: La piedra que
desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo;
11
El Señor ha hecho esto, Y es cosa maravillosa a nuestros
ojos?
12
Y procuraban prenderle, porque entendían que decía contra
ellos aquella parábola; pero temían a la multitud, y dejándole, se fueron.
13
Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos,
para que le sorprendiesen en alguna palabra.
14
Viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre
veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que
con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos,
o no daremos?
15
Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo:
¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea.
16
Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta imagen
y la inscripción? Ellos le dijeron: De César.
17
Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de
César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.
18
Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay
resurrección, y le preguntaron, diciendo:
19
Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno
muriere y dejare esposa, pero no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante
descendencia a su hermano.
20
Hubo siete hermanos; el primero tomó esposa, y murió sin
dejar descendencia.
21
Y el segundo se casó con ella, y murió, y tampoco dejó
descendencia; y el tercero, de la misma manera.
22
Y así los siete, y no dejaron descendencia; y después de
todos murió también la mujer.
23
En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de
ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?
24
Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por
esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios?
25
Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se
darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos.
26
Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis
leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios
de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
27
Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que
vosotros mucho erráis.
28
Acercándose uno de los escribas, que los había oído
disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer
mandamiento de todos?
29
Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es:
Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
30
Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.
31
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
32
Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has
dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él;
33
y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento,
con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más
que todos los holocaustos y sacrificios.
34
Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le
dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.
35
Enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Cómo dicen los
escribas que el Cristo es hijo de David?
36
Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el
Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga tus enemigos por estrado de
tus pies.
37
David mismo le llama Señor; ¿cómo, pues, es su hijo? Y
gran multitud del pueblo le oía de buena gana.
38
Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que
gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas,
39
y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros
asientos en las cenas;
40
que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen
largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.
41
Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda,
miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho.
42
Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un
cuadrante.
43
Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os
digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca;
44
porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de
su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.
Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos:
Maestro, mira qué piedras, y qué edificios.
2
Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes
edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.
3
Y se sentó en el monte de los Olivos, frente al templo. Y
Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte:
4
Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá
cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?
5
Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie
os engañe;
6
porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el
Cristo; y engañarán a muchos.
7
Mas cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os
turbéis, porque es necesario que suceda así; pero aún no es el fin.
8
Porque se levantará nación contra nación, y reino contra
reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de
dolores son estos.
9
Pero mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los
concilios, y en las sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os
llevarán por causa de mí, para testimonio a ellos.
10
Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas
las naciones.
11
Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis
por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora,
eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.
12
Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre
al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán.
13
Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas
el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
14
Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló
el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que
estén en Judea huyan a los montes.
15
El que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre
para tomar algo de su casa;
16
y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su
capa.
17
Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en
aquellos días!
18
Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno;
19
porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha
habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá.
20
Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, nadie
sería salvo; mas por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos días.
21
Entonces si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo;
o, mirad, allí está, no le creáis.
22
Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y
harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos.
23
Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo antes.
24
Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el
sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor,
25
y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que
están en los cielos serán conmovidas.
26
Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes
con gran poder y gloria.
27
Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos
de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28
De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está
tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.
29
Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas
cosas, conoced que está cerca, a las puertas.
30
De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que
todo esto acontezca.
31
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán.
32
Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los
ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.
33
Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el
tiempo.
34
Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio
autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase.
35
Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de
la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana;
36
para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo..
Dos días después era la pascua, y la fiesta de los panes
sin levadura; y buscaban los principales sacerdotes y los escribas cómo prenderle por
engaño y matarle.
2
Y decían: No durante la fiesta para que no se haga alboroto
del pueblo.
3
Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y
sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de
mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.
4
Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron:
¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?
5
Porque podía haberse vendido por más de trescientos
denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella.
6
Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena
obra me ha hecho.
7
Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando
queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis.
8
Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir
mi cuerpo para la sepultura.
9
De cierto os digo que dondequiera que se predique este
evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de
ella.
10
Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los
principales sacerdotes para entregárselo.
11
Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero.
Y Judas buscaba oportunidad para entregarle.
12
El primer día de la fiesta de los panes sin levadura,
cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres
que vayamos a preparar para que comas la pascua?
13
Y envió dos de sus díscipulos, y les dijo: Id a la ciudad,
y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle,
14
y donde entrare, decid al señor de la casa: El Maestro
dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?
15
Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto;
preparad para nosotros allí.
16
Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron
como les había dicho; y prepararon la pascua.
17
Y cuando llegó la noche, vino él con los doce.
18
Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo
Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.
19
Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno
por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?
20
El, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja
conmigo en el plato.
21
A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de
él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a
ese hombre no haber nacido..
22
Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió
y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo.
23
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y
bebieron de ella todos.
24
Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por
muchos es derramada.
25
De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid,
hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.
26
Cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los
Olivos.
27
Entonces Jesús les dijo: Todos os escandalizaréis de mí
esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas serán dispersadas.
28
Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros
a Galilea.
29
Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no.
30
Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta
noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.
31
Mas él con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario
morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
32
Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a
sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro.
33
Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a
entristecerse y a angustiarse.
34
Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte;
quedaos aquí y velad.
35
Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que
si fuese posible, pasase de él aquella hora.
36
Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti;
aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.
37
Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón,
¿duermes? ¿No has podido velar una hora?
38
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el
espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
39
Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras.
40
Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de
ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle.
41
Vino la tercera vez, y les dijo: Dormid ya, y descansad.
Basta, la hora ha venido; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los
pecadores.
42
Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega.
43
Luego, hablando él aún, vino Judas, que era uno de los
doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y
de los escribas y de los ancianos.
44
Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al
que yo besare, ése es; prendedle, y llevadle con seguridad.
45
Y cuando vino, se acercó luego a él, y le dijo: Maestro,
Maestro. Y le besó.
46
Entonces ellos le echaron mano, y le prendieron.
47
Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió
al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja.
48
Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como contra un ladrón
habéis salido con espadas y con palos para prenderme?
49
Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no
me prendisteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras.
50
Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
51
Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una
sábana; y le prendieron;
52
mas él, dejando la sábana, huyó desnudo.
53
Trajeron, pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron
todos los principales sacerdotes y los ancianos y los escribas.
54
Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo
sacerdote; y estaba sentado con los alguaciles, calentándose al fuego.
55
Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban
testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; pero no lo hallaban.
56
Porque muchos decían falso testimonio contra él, mas sus
testimonios no concordaban.
57
Entonces levantándose unos, dieron falso testimonio contra
él, diciendo:
58
Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo
hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano.
59
Pero ni aun así concordaban en el testimonio.
60
Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio,
preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
61
Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le
volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62
Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre
sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
63
Entonces el sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo:
¿Qué más necesidad tenemos de testigos?
64
Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos
le condenaron, declarándole ser digno de muerte.
65
Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a
darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas.
66
Estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas
del sumo sacerdote;
67
y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dijo: Tú
también estabas con Jesús el nazareno.
68
Mas él negó, diciendo: No le conozco, ni sé lo que dices.
Y salió a la entrada; y cantó el gallo.
69
Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir a los que
estaban allí: Este es de ellos.
70
Pero él negó otra vez. Y poco después, los que estaban
allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres galileo, y
tu manera de hablar es semejante a la de ellos.
71
Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco a
este hombre de quien habláis.
72
Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó
de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me
negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.
Y luego, muy de mañana, cuando los principales sacerdotes
ya habían consultado con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio, llevaron
a Jesús atado, y le entregaron a Pilato.
2
Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos?
Respondiendo él, le dijo: Tú lo dices.
3
Y los principales sacerdotes le acusaban mucho.
4
Otra vez le preguntó Pilato, diciendo: ¿Nada respondes?
Mira de cuántas cosas te acusan.
5
Mas Jesús ni aun con eso respondió; de modo que Pilato se
maravillaba.
6
Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso,
cualquiera que pidiesen.
7
Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus
compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta.
8
Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como
siempre les había hecho.
9
Y Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte
al Rey de los judíos?
10
Porque conocía que por envidia le habían entregado los
principales sacerdotes.
11
Mas los principales sacerdotes incitaron a la multitud para
que les soltase más bien a Barrabás.
12
Respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues,
queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos?
13
Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale!
14
Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos
gritaban aun más: ¡Crucifícale!
15
Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a
Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.
16
Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es,
al pretorio, y convocaron a toda la compañía.
17
Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida
de espinas,
18
comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos!
19
Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y
puestos de rodillas le hacían reverencias.
20
Después de haberle escarnecido, le desnudaron la púrpura,
y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle.
21
Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de
Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz.
22
Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es:
Lugar de la Calavera.
23
Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo
tomó.
24
Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus
vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno.
25
Era la hora tercera cuando le crucificaron.
26
Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDÍOS.
27
Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su
derecha, y el otro a su izquierda.
28
Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los
inicuos.
29
Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y
diciendo: ¡Bah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas,
30
sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz.
31
De esta manera también los principales sacerdotes,
escarneciendo, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no
se puede salvar.
32
El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para
que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban.
33
Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la
tierra hasta la hora novena.
34
Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi,
Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?
35
Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo:
Mirad, llama a Elías.
36
Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y
poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a
bajarle.
37
Mas Jesús, dando una gran voz, expiró.
38
Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba
abajo.
39
Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después
de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.
40
También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las
cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé,
41
quienes, cuando él estaba en Galilea, le seguían y le
servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
42
Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es
decir, la víspera del día de reposo,
43
José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también
esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de
Jesús.
44
Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo
venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto.
45
E informado por el centurión, dio el cuerpo a José,
46
el cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en
la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una
piedra a la entrada del sepulcro.
47
Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde lo
ponían.
Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la
madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle.
2
Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al
sepulcro, ya salido el sol.
3
Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de
la entrada del sepulcro?
4
Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy
grande.
5
Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado
al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron.
6
Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús
nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde
le pusieron.
7
Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va
delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.
8
Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había
tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo.
9
Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer
día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete
demonios.
10
Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él,
que estaban tristes y llorando.
11
Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por
ella, no lo creyeron.
12
Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que
iban de camino, yendo al campo.
13
Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a
ellos creyeron.
14
Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos
sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no
habían creído a los que le habían visto resucitado.
15
Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a
toda criatura.
16
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no
creyere, será condenado.
17
Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre
echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
18
tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa
mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
19
Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en
el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.
20
Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles
el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.