Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce
tribus de la dispersión: Salud.
2
Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en
diversas pruebas,
3
sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
4
Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis
perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
5
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a
Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
6
Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es
semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
7
No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna
del Señor.
8
El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus
caminos.
9
El hermano que es de humilde condición, gloríese en su
exaltación;
10
pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará
como la flor de la hierba.
11
Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se
seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico
en todas sus empresas.
12
Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque
cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los
que le aman.
13
Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de
Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;
14
sino que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido.
15
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a
luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
16
Amados hermanos míos, no erréis.
17
Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto,
del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
18
El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad,
para que seamos primicias de sus criaturas.
19
Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para
oír, tardo para hablar, tardo para airarse;
20
porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
21
Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de
malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras
almas.
22
Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente
oidores, engañándoos a vosotros mismos.
23
Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de
ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
24
Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida
cómo era.
25
Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la
libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste
será bienaventurado en lo que hace.
26
Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su
lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.
27
La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es
esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha
del mundo.
Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor
Jesucristo sea sin acepción de personas.
2
Porque si en vuestra congregación entra un hombre con
anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso,
3
y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le
decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o
siéntate aquí bajo mi estrado;
4
¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a
ser jueces con malos pensamientos?
5
Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los
pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a
los que le aman?
6
Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen
los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales?
7
¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre
vosotros?
8
Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis;
9
pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y
quedáis convictos por la ley como transgresores.
10
Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere
en un punto, se hace culpable de todos.
11
Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha
dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho
transgresor de la ley.
12
Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser
juzgados por la ley de la libertad.
13
Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no
hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.
14
Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que
tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?
15
Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen
necesidad del mantenimiento de cada día,
16
y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y
saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué
aprovecha?
17
Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí
misma.
18
Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras.
Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
19
Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios
creen, y tiemblan.
20
¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es
muerta?
21
¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre,
cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
22
¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la
fe se perfeccionó por las obras?
23
Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios,
y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
24
Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las
obras, y no solamente por la fe.
25
Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por
obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?
26
Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así
también la fe sin obras está muerta.
Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros,
sabiendo que recibiremos mayor condenación.
2
Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en
palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
3
He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos
para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.
4
Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de
impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las
gobierna quiere.
5
Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se
jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
6
Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está
puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la
creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
7
Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de
serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana;
8
pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que
no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
9
Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a
los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.
10
De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos
míos, esto no debe ser así.
11
¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce
y amarga?
12
Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas,
o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
13
¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la
buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.
14
Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro
corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad;
15
porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto,
sino terrenal, animal, diabólica.
16
Porque donde hay celos y contención, allí hay
perturbación y toda obra perversa.
17
Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura,
después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin
incertidumbre ni hipocresía.
18
Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que
hacen la paz.
¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?
¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
2
Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no
podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.
3
Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en
vuestros deleites.
4
¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo
es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye
enemigo de Dios.
5
¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que
él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?
6
Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los
soberbios, y da gracia a los humildes.
7
Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de
vosotros.
8
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores,
limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.
9
Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta
en lloro, y vuestro gozo en tristeza.
10
Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.
11
Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que
murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú
juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.
12
Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder;
pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
13
¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal
ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos;
14
cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es
vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se
desvanece.
15
En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere,
viviremos y haremos esto o aquello.
16
Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia
semejante es mala;
17
y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
¡Vamos ahora, oh ricos! Llorad y aullad por las miserias
que os vendrán.
2
Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están
comidas de polilla.
3
Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho
testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis
acumulado tesoros para los días postreros.
4
He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado
vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores
de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos.
5
Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido
disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza.
6
Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace
resistencia.
7
Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del
Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con
paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.
8
Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros
corazones; porque la venida del Señor se acerca.
9
Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no
seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.
10
Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de
paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
11
He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren.
Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es
muy misericordioso y compasivo.
12
Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el
cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y
vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos
de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.
15
Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo
levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.
16
Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por
otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.
17
Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las
nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por
tres años y seis meses.
18
Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo
su fruto.
19
Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la
verdad, y alguno le hace volver,
20
sepa que el que haga volver al pecador del error de su
camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.