Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?
Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.
¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.
Dios mío, mi alma está abatida en mí; Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.
Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.
Pero de día mandará Jehová su misericordia, Y de noche su cántico estará conmigo, Y mi oración al Dios de mi vida.
Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?
Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?
¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.
Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado, La obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.
Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos; Afligiste a los pueblos, y los arrojaste.
Porque no se apoderaron de la tierra por su espada, Ni su brazo los libró; Sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro, Porque te complaciste en ellos.
Tú, oh Dios, eres mi rey; Manda salvación a Jacob.
Por medio de ti sacudiremos a nuestros enemigos; En tu nombre hollaremos a nuestros adversarios.
Porque no confiaré en mi arco, Ni mi espada me salvará;
Pues tú nos has guardado de nuestros enemigos, Y has avergonzado a los que nos aborrecían.
En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, Y para siempre alabaremos tu nombre. Selah
Pero nos has desechado, y nos has hecho avergonzar; Y no sales con nuestros ejércitos.
Nos hiciste retroceder delante del enemigo, Y nos saquean para sí los que nos aborrecen.
Nos entregas como ovejas al matadero, Y nos has esparcido entre las naciones.
Has vendido a tu pueblo de balde; No exigiste ningún precio.
Nos pones por afrenta de nuestros vecinos, Por escarnio y por burla de los que nos rodean.
Nos pusiste por proverbio entre las naciones; Todos al vernos menean la cabeza.
Cada día mi vergüenza está delante de mí, Y la confusión de mi rostro me cubre,
Por la voz del que me vitupera y deshonra, Por razón del enemigo y del vengativo.
Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti, Y no hemos faltado a tu pacto.
No se ha vuelto atrás nuestro corazón, Ni se han apartado de tus caminos nuestros pasos,
Para que nos quebrantases en el lugar de chacales, Y nos cubrieses con sombra de muerte.
Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios, O alzado nuestras manos a dios ajeno,
¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón.
Pero por causa de ti nos matan cada día; Somos contados como ovejas para el matadero.
Despierta; ¿por qué duermes, Señor? Despierta, no te alejes para siempre.
¿Por qué escondes tu rostro, Y te olvidas de nuestra aflicción, y de la opresión nuestra?
Porque nuestra alma está agobiada hasta el polvo, Y nuestro cuerpo está postrado hasta la tierra.
Levántate para ayudarnos, Y redímenos por causa de tu misericordia.
Oíd esto, pueblos todos; Escuchad, habitantes todos del mundo,
Así los plebeyos como los nobles, El rico y el pobre juntamente.
Mi boca hablará sabiduría, Y el pensamiento de mi corazón inteligencia.
Inclinaré al proverbio mi oído; Declararé con el arpa mi enigma.
¿Por qué he de temer en los días de adversidad, Cuando la iniquidad de mis opresores me rodeare?
Los que confían en sus bienes, Y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan,
Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, Ni dar a Dios su rescate
(Porque la redención de su vida es de gran precio, Y no se logrará jamás),
Para que viva en adelante para siempre, Y nunca vea corrupción.
Pues verá que aun los sabios mueren; Que perecen del mismo modo que el insensato y el necio, Y dejan a otros sus riquezas.
Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas, Y sus habitaciones para generación y generación; Dan sus nombres a sus tierras.
Mas el hombre no permanecerá en honra; Es semejante a las bestias que perecen.
Este su camino es locura; Con todo, sus descendientes se complacen en el dicho de ellos. Selah
Como a rebaños que son conducidos al Seol, La muerte los pastoreará, Y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; Se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada.
Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, Porque él me tomará consigo. Selah
No temas cuando se enriquece alguno, Cuando aumenta la gloria de su casa;
Porque cuando muera no llevará nada, Ni descenderá tras él su gloria.
Aunque mientras viva, llame dichosa a su alma, Y sea loado cuando prospere,
Entrará en la generación de sus padres, Y nunca más verá la luz.
El hombre que está en honra y no entiende, Semejante es a las bestias que perecen.
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio.
He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre.
He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve.
Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido.
Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu.
Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.
Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti.
Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; Cantará mi lengua tu justicia.
Señor, abre mis labios, Y publicará mi boca tu alabanza.
Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto.
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
Haz bien con tu benevolencia a Sion; Edifica los muros de Jerusalén.
Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada; Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.
Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, e hicieron abominable maldad; No hay quien haga bien.
Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres, Para ver si había algún entendido Que buscara a Dios.
Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno.
¿No tienen conocimiento todos los que hacen iniquidad, Que devoran a mi pueblo como si comiesen pan, Y a Dios no invocan?
Allí se sobresaltaron de pavor donde no había miedo, Porque Dios ha esparcido los huesos del que puso asedio contra ti; Los avergonzaste, porque Dios los desechó.
¡Oh, si saliera de Sion la salvación de Israel! Cuando Dios hiciere volver de la cautividad a su pueblo, Se gozará Jacob, y se alegrará Israel.
Escucha, oh Dios, mi oración, Y no te escondas de mi súplica.
Está atento, y respóndeme; Clamo en mi oración, y me conmuevo,
A causa de la voz del enemigo, Por la opresión del impío; Porque sobre mí echaron iniquidad, Y con furor me persiguen.
Mi corazón está dolorido dentro de mí, Y terrores de muerte sobre mí han caído.
Temor y temblor vinieron sobre mí, Y terror me ha cubierto.
Y dije: ¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría.
Ciertamente huiría lejos; Moraría en el desierto. Selah
Me apresuraría a escapar Del viento borrascoso, de la tempestad.
Destrúyelos, oh Señor; confunde la lengua de ellos; Porque he visto violencia y rencilla en la ciudad.
Día y noche la rodean sobre sus muros, E iniquidad y trabajo hay en medio de ella.
Maldad hay en medio de ella, Y el fraude y el engaño no se apartan de sus plazas.
Porque no me afrentó un enemigo, Lo cual habría soportado; Ni se alzó contra mí el que me aborrecía, Porque me hubiera ocultado de él;
Sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, Mi guía, y mi familiar;
Que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, Y andábamos en amistad en la casa de Dios.
Que la muerte les sorprenda; Desciendan vivos al Seol, Porque hay maldades en sus moradas, en medio de ellos.
En cuanto a mí, a Dios clamaré; Y Jehová me salvará.
Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz.
El redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí, Aunque contra mí haya muchos.
Dios oirá, y los quebrantará luego, El que permanece desde la antigüedad; Por cuanto no cambian, Ni temen a Dios. Selah
Extendió el inicuo sus manos contra los que estaban en paz con él; Violó su pacto.
Los dichos de su boca son más blandos que mantequilla, Pero guerra hay en su corazón; Suaviza sus palabras más que el aceite, Mas ellas son espadas desnudas.
Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo.
Mas tú, oh Dios, harás descender aquéllos al pozo de perdición. Los hombres sanguinarios y engañadores no llegarán a la mitad de sus días; Pero yo en ti confiaré.
Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; Porque en ti ha confiado mi alma, Y en la sombra de tus alas me ampararé Hasta que pasen los quebrantos.
Clamaré al Dios Altísimo, Al Dios que me favorece.
El enviará desde los cielos, y me salvará De la infamia del que me acosa; Selah Dios enviará su misericordia y su verdad.
Mi vida está entre leones; Estoy echado entre hijos de hombres que vomitan llamas; Sus dientes son lanzas y saetas, Y su lengua espada aguda.
Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; Sobre toda la tierra sea tu gloria.
Red han armado a mis pasos; Se ha abatido mi alma; Hoyo han cavado delante de mí; En medio de él han caído ellos mismos. Selah
Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; Cantaré, y trovaré salmos.
Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; Me levantaré de mañana.
Te alabaré entre los pueblos, oh Señor; Cantaré de ti entre las naciones.
Porque grande es hasta los cielos tu misericordia, Y hasta las nubes tu verdad.
Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; Sobre toda la tierra sea tu gloria.
Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; Ponme a salvo de los que se levantan contra mí.
Líbrame de los que cometen iniquidad, Y sálvame de hombres sanguinarios.
Porque he aquí están acechando mi vida; Se han juntado contra mí poderosos. No por falta mía, ni pecado mío, oh Jehová;
Sin delito mío corren y se aperciben. Despierta para venir a mi encuentro, y mira.
Y tú, Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel, Despierta para castigar a todas las naciones; No tengas misericordia de todos los que se rebelan con iniquidad. Selah
Volverán a la tarde, ladrarán como perros, Y rodearán la ciudad.
He aquí proferirán con su boca; Espadas hay en sus labios, Porque dicen: ¿Quién oye?
Mas tú, Jehová, te reirás de ellos; Te burlarás de todas las naciones.
A causa del poder del enemigo esperaré en ti, Porque Dios es mi defensa.
El Dios de mi misericordia irá delante de mí; Dios hará que vea en mis enemigos mi deseo.
No los mates, para que mi pueblo no olvide; Dispérsalos con tu poder, y abátelos, Oh Jehová, escudo nuestro.
Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios, Sean ellos presos en su soberbia, Y por la maldición y mentira que profieren.
Acábalos con furor, acábalos, para que no sean; Y sépase que Dios gobierna en Jacob Hasta los fines de la tierra. Selah
Vuelvan, pues, a la tarde, y ladren como perros, Y rodeen la ciudad.
Anden ellos errantes para hallar qué comer; Y si no se sacian, pasen la noche quejándose.
Pero yo cantaré de tu poder, Y alabaré de mañana tu misericordia; Porque has sido mi amparo Y refugio en el día de mi angustia.
Fortaleza mía, a ti cantaré; Porque eres, oh Dios, mi refugio, el Dios de mi misericordia.
Tuya es la alabanza en Sion, oh Dios, Y a ti se pagarán los votos.
Tú oyes la oración; A ti vendrá toda carne.
Las iniquidades prevalecen contra mí; Mas nuestras rebeliones tú las perdonarás.
Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, Para que habite en tus atrios; Seremos saciados del bien de tu casa, De tu santo templo.
Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia, Oh Dios de nuestra salvación, Esperanza de todos los términos de la tierra, Y de los más remotos confines del mar.
Tú, el que afirma los montes con su poder, Ceñido de valentía;
El que sosiega el estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas, Y el alboroto de las naciones.
Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas. Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde.
Visitas la tierra, y la riegas; En gran manera la enriqueces; Con el río de Dios, lleno de aguas, Preparas el grano de ellos, cuando así la dispones.
Haces que se empapen sus surcos, Haces descender sus canales; La ablandas con lluvias, Bendices sus renuevos.
Tú coronas el año con tus bienes, Y tus nubes destilan grosura.
Destilan sobre los pastizales del desierto, Y los collados se ciñen de alegría.
Se visten de manadas los llanos, Y los valles se cubren de grano; Dan voces de júbilo, y aun cantan.
Levántese Dios, sean esparcidos sus enemigos, Y huyan de su presencia los que le aborrecen.
Como es lanzado el humo, los lanzarás; Como se derrite la cera delante del fuego, Así perecerán los impíos delante de Dios.
Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios, Y saltarán de alegría.
Cantad a Dios, cantad salmos a su nombre; Exaltad al que cabalga sobre los cielos. JAH es su nombre; alegraos delante de él.
Padre de huérfanos y defensor de viudas Es Dios en su santa morada.
Dios hace habitar en familia a los desamparados; Saca a los cautivos a prosperidad; Mas los rebeldes habitan en tierra seca.
Oh Dios, cuando tú saliste delante de tu pueblo, Cuando anduviste por el desierto, Selah
La tierra tembló; También destilaron los cielos ante la presencia de Dios; Aquel Sinaí tembló delante de Dios, del Dios de Israel.
Abundante lluvia esparciste, oh Dios; A tu heredad exhausta tú la reanimaste.
Los que son de tu grey han morado en ella; Por tu bondad, oh Dios, has provisto al pobre.
El Señor daba palabra; Había grande multitud de las que llevaban buenas nuevas.
Huyeron, huyeron reyes de ejércitos, Y las que se quedaban en casa repartían los despojos.
Bien que fuisteis echados entre los tiestos, Seréis como alas de paloma cubiertas de plata, Y sus plumas con amarillez de oro.
Cuando esparció el Omnipotente los reyes allí, Fue como si hubiese nevado en el monte Salmón.
Monte de Dios es el monte de Basán; Monte alto el de Basán.
¿Por qué observáis, oh montes altos, Al monte que deseó Dios para su morada? Ciertamente Jehová habitará en él para siempre.
Los carros de Dios se cuentan por veintenas de millares de millares; El Señor viene del Sinaí a su santuario.
Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, Tomaste dones para los hombres, Y también para los rebeldes, para que habite entre ellos JAH Dios.
Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios El Dios de nuestra salvación. Selah
Dios, nuestro Dios ha de salvarnos, Y de Jehová el Señor es el librar de la muerte.
Ciertamente Dios herirá la cabeza de sus enemigos, La testa cabelluda del que camina en sus pecados.
El Señor dijo: De Basán te haré volver; Te haré volver de las profundidades del mar;
Porque tu pie se enrojecerá de sangre de tus enemigos, Y de ella la lengua de tus perros.
Vieron tus caminos, oh Dios; Los caminos de mi Dios, de mi Rey, en el santuario.
Los cantores iban delante, los músicos detrás; En medio las doncellas con panderos.
Bendecid a Dios en las congregaciones; Al Señor, vosotros de la estirpe de Israel.
Allí estaba el joven Benjamín, señoreador de ellos, Los príncipes de Judá en su congregación, Los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí.
Tu Dios ha ordenado tu fuerza; Confirma, oh Dios, lo que has hecho para nosotros.
Por razón de tu templo en Jerusalén Los reyes te ofrecerán dones.
Reprime la reunión de gentes armadas, La multitud de toros con los becerros de los pueblos, Hasta que todos se sometan con sus piezas de plata; Esparce a los pueblos que se complacen en la guerra.
Vendrán príncipes de Egipto; Etiopía se apresurará a extender sus manos hacia Dios.
Reinos de la tierra, cantad a Dios, Cantad al Señor; Selah
Al que cabalga sobre los cielos de los cielos, que son desde la antigüedad; He aquí dará su voz, poderosa voz.
Atribuid poder a Dios; Sobre Israel es su magnificencia, Y su poder está en los cielos.
Temible eres, oh Dios, desde tus santuarios; El Dios de Israel, él da fuerza y vigor a su pueblo. Bendito sea Dios.
Sálvame, oh Dios, Porque las aguas han entrado hasta el alma.
Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.
Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.
Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa; Se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué. ¿Y he de pagar lo que no robé?
Dios, tú conoces mi insensatez, Y mis pecados no te son ocultos.
No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían, oh Señor Jehová de los ejércitos; No sean confundidos por mí los que te buscan, oh Dios de Israel.
Porque por amor de ti he sufrido afrenta; Confusión ha cubierto mi rostro.
Extraño he sido para mis hermanos, Y desconocido para los hijos de mi madre.
Porque me consumió el celo de tu casa; Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí.
Lloré afligiendo con ayuno mi alma, Y esto me ha sido por afrenta.
Puse además cilicio por mi vestido, Y vine a serles por proverbio.
Hablaban contra mí los que se sentaban a la puerta, Y me zaherían en sus canciones los bebedores.
Pero yo a ti oraba, oh Jehová, al tiempo de tu buena voluntad; Oh Dios, por la abundancia de tu misericordia, Por la verdad de tu salvación, escúchame.
Sácame del lodo, y no sea yo sumergido; Sea yo libertado de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas.
No me anegue la corriente de las aguas, Ni me trague el abismo, Ni el pozo cierre sobre mí su boca.
Respóndeme, Jehová, porque benigna es tu misericordia; Mírame conforme a la multitud de tus piedades.
No escondas de tu siervo tu rostro, Porque estoy angustiado; apresúrate, óyeme.
Acércate a mi alma, redímela; Líbrame a causa de mis enemigos.
Tú sabes mi afrenta, mi confusión y mi oprobio; Delante de ti están todos mis adversarios.
El escarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado. Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo; Y consoladores, y ninguno hallé.
Me pusieron además hiel por comida, Y en mi sed me dieron a beber vinagre.
Sea su convite delante de ellos por lazo, Y lo que es para bien, por tropiezo.
Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, Y haz temblar continuamente sus lomos.
Derrama sobre ellos tu ira, Y el furor de tu enojo los alcance.
Sea su palacio asolado; En sus tiendas no haya morador.
Porque persiguieron al que tú heriste, Y cuentan del dolor de los que tú llagaste.
Pon maldad sobre su maldad, Y no entren en tu justicia.
Sean raídos del libro de los vivientes, Y no sean escritos entre los justos.
Mas a mí, afligido y miserable, Tu salvación, oh Dios, me ponga en alto.
Alabaré yo el nombre de Dios con cántico, Lo exaltaré con alabanza.
Y agradará a Jehová más que sacrificio de buey, O becerro que tiene cuernos y pezuñas;
Lo verán los oprimidos, y se gozarán. Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón,
Porque Jehová oye a los menesterosos, Y no menosprecia a sus prisioneros.
Alábenle los cielos y la tierra, Los mares, y todo lo que se mueve en ellos.
Porque Dios salvará a Sion, y reedificará las ciudades de Judá; Y habitarán allí, y la poseerán.
La descendencia de sus siervos la heredará, Y los que aman su nombre habitarán en ella.
Oh Dios, da tus juicios al rey, Y tu justicia al hijo del rey.
El juzgará a tu pueblo con justicia, Y a tus afligidos con juicio.
Los montes llevarán paz al pueblo, Y los collados justicia.
Juzgará a los afligidos del pueblo, Salvará a los hijos del menesteroso, Y aplastará al opresor.
Te temerán mientras duren el sol Y la luna, de generación en generación.
Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; Como el rocío que destila sobre la tierra.
Florecerá en sus días justicia, Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna.
Dominará de mar a mar, Y desde el río hasta los confines de la tierra.
Ante él se postrarán los moradores del desierto, Y sus enemigos lamerán el polvo.
Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones.
Todos los reyes se postrarán delante de él; Todas las naciones le servirán.
Porque él librará al menesteroso que clamare, Y al afligido que no tuviere quien le socorra.
Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, Y salvará la vida de los pobres.
De engaño y de violencia redimirá sus almas, Y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.
Vivirá, y se le dará del oro de Sabá, Y se orará por él continuamente; Todo el día se le bendecirá.
Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; Su fruto hará ruido como el Líbano, Y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra.
Será su nombre para siempre, Se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; Lo llamarán bienaventurado.
Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, El único que hace maravillas.
Bendito su nombre glorioso para siempre, Y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén.
Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí.